lunes, 28 de marzo de 2011

El mundo hoy: caos y oportunismo

Imposible ignorar las injustas y absurdas cosas de nuestro mundo...


Los desastres naturales

El desastre natural de Japón del 11 de marzo conmocionó al mundo entero. El drama humano, con miles de víctimas mortales y damnificados fue impactante. La furia de la naturaleza, esta vez a través de un terremoto y posterior tsunami demostró nuevamente que no discrimina países ricos o atrasados, arrasando con todo a su paso. Las pérdidas en la súper desarrollada nación nipona fueron millonarias. Y en este caso, se sumó al siniestro una grave crisis nuclear después que los reactores de dos centrales nucleares dejaran de funcionar, al colapsar los sistemas refrigerantes que son alimentados por energía eléctrica o motores diesel de emergencia, todo anulado por el cataclismo.

Es claro que los desastres naturales son devastadores. Pero sucede que nada podemos hacer para evitarlos, por ser estos imprevisibles. Tenemos ciudades y poblaciones en las costas, junto a los ríos, en las planicies y las montañas, así que estamos expuestos en cualquier lugar del mundo a sismos, maremotos, ciclones, inundaciones, tornados, deslaves, etc. Y también sabemos que no es nada nuevo, que siempre ha sido así, desde que la humanidad comenzó a conquistar el planeta, miles de años atrás. Aunque es evidente que en los últimos años la naturaleza ha redoblado sus violentas reacciones, en parte por sus procesos cíclicos evolutivos normales y en parte por causa de nuestra incidencia, como ocurre con el cambio climático.

Es sabido que nosotros, por ejemplo, podríamos revertir los daños por el acelerado recalentamiento global, pero es algo que no ha sucedido porque son demasiados los intereses creados en torno a los hidrocarburos como fuentes energéticas en pleno siglo XXI, cuando podríamos depender de energías limpias o renovables, de acuerdo a un desarrollo sostenible. Y aunque de hecho, contra los destructivos fenómenos naturales en general, somos impotentes, como el caso de los terremotos, no podríamos decir lo mismo de los peores cataclismos o desastres de la Tierra: los provocados por el hombre mismo.



Los desastres humanos: la realidad tras el telón

Es increíblemente frustrante el panorama mundial de hoy: un pequeño grupo de naciones altamente desarrolladas, y su contraparte, una enorme cantidad de naciones sumidas en el atraso. Esto tampoco es una novedad, este orden mundial se comenzó a formar desde la época de los imperios y las conquistas, las invasiones y los saqueos, la imposición de unos humanos contra otros, a través del poder económico y militar. Y hoy, nada de eso ha cambiado, la historia se repite una y otra vez, con la entrada en escena de nuevas naciones y potencias, pero con los mismos grupos de poder de siempre. Sólo que en lugar de veleros, caballos y arcabuces, se utilizan barcos de guerra, aviones caza, misiles y claro, los medios de comunicación.

Estos grupos de poder que tienen sometido a nuestro mundo son absolutamente maquiavélicos, no les importa recurrir a los medios que sea, con tal de lograr sus propósitos. Y no importa si se hacen llamar de derechas o izquierdas, capitalistas o comunistas, lo que les importa es el poder económico y político. Tal es el caso de los conflictos bélicos, cuando no les conviene la paz, se inventan las guerras, porque es el mejor negocio del mundo. Cualquier pretexto es bueno, se crea un guión, se arma el teatro, con escenarios concretos, actores, víctimas y chivos expiatorios. Incluso, en esta historia, hasta la propia ONU se ha visto casi anulada en una de sus misiones para la que fue creada: el mantenimiento de la paz mundial.



Esta es la realidad tras el telón, lo que tampoco es una novedad, todos lo sabemos. ¿Qué les importa si mueren miles y hasta millones de personas inocentes, como ancianos, mujeres y niños…? A fin de cuentas, en las guerras “todo se vale”. En nuestros tiempos, como antaño, el caos va de la mano del oportunismo. Tal es el caso de las guerras de medio oriente, donde bajo absurdos argumentos se ha puesto al planeta al borde del colapso. ¿Les interesa en realidad a estas potencias la paz mundial y el bienestar de los pueblos del mundo? Es algo difícil, o acaso imposible de creer a estas alturas.

Es un hecho que los dictadores y tiranos tienen que caer, son una especie de anacrónicos y también oportunistas reyezuelos. Tenía que suceder en Irak, así como recientemente en Egipto, y como se pretende en Libia. Pero tan oprobiosas resultan ser estas tiranías con sus pueblos, como el intervencionismo de las potencias mundiales, que en realidad son los transnacionales grupos de poder. ¿Por qué no dejan que los pueblos luchen por sus causas sin entrometerse? Más ayudarían de esa manera. ¿Será que realmente su intención es ayudar al pueblo libio? ¿Lo creerán los propios libios? No es posible que los pueblos sigamos sumidos en una eterna ingenuidad. Es imposible pasar por alto que estos responden a sus intereses “muy suyos”, estrechamente vinculados al poder y la hegemonía, al “oro negro”, las armas (físicas e ideológicas) y el capital.



América Latina en el mundo de hoy

En nuestra región latinoamericana, no hemos sido ajenos a este siniestro juego. Hemos estado inmersos desde siempre, entre ocupaciones y dictaduras. Y por ello ha habido impactantes movimientos sociales, como guerras y revoluciones. Lo lamentable y frustrante, es que todo se ha quedado en esfuerzos vacíos, en meros espejismos, a pesar de los altos costos de miles de vidas perdidas y naciones enteras sacrificadas. Los idealismos y las luchas son recuerdos del pasado, y los “viejos intereses”, siguen siendo los mismos. Sólo se ha cambiado de actores, se han movido las fichas en el tablero, ya sea para la “izquierda” o para la “derecha”, pero nunca para adelante, hacia un futuro promisorio para todos. Desde que se cayeron los elefantes con pies de barro al otro lado del Atlántico, en la Europa Oriental, el idioma que se habla es el mismo, aunque se usen diversos disfraces y haya aparentes divergencias en este mundo global y monopolar, consumista y depredador.



Los latinoamericanos estamos en procesos de integración, y de alguna manera está funcionado a través de los regionalismos, a pesar de los escollos en el camino. Estos magnos proyectos están supuestos a responder a los intereses genuinos de nuestros pueblos, a la resolución de sus eternas y acuciantes necesidades, como erradicación de la pobreza, generación de empleo, vivienda, educación, salud, etc., es decir procurar el desarrollo humano sustentable, eliminando las enormes brechas y contrastes económico-sociales que nos caracterizan. Esa es la idea.

Pero si en el futuro lográramos consolidarnos como una sola región en términos económicos y políticos, de nada nos ayudaría si esta sirve a los intereses de unos cuantos, dentro y fuera de la región. Estaríamos respondiendo a los intereses de unos pocos, a codiciosos líderes locales y regionales que se prestarían al juego de los poderosos grupos económicos del mundo. Y así seguiríamos formando parte de un planeta desangrado, con el conocimiento monopolizado en detrimento de unas mayorías sumidas en la ignorancia y el oscurantismo desde la antigüedad. En un mundo de conflictos creados, con sus creadores hablando de amor y de paz, mientras “matan y asisten al velorio”. Escuchando como hablan en nombre de Dios y manipulan a través de las necesidades, ideales y fe de los pueblos, mientras aplican la ley del “divide y vencerás”, para no perder su poder de siglos. Manteniendo sumido a este planeta tan maravilloso y único en dos mundos absurdamente opuestos, cuando contamos con recursos suficientes para que nadie carezca de nada.



La solución en el conocimiento, el cambio y la unión

Es un hecho que nos sentimos impotentes para hacer algo al respecto, y quizás pretender que no pasa nada es más cómodo. E incluso, se suele pensar que “no es posible luchar contra la corriente” y en algunos casos, se podría considerar algo totalmente absurdo y contraproducente cuestionar y más aun desafiar. Es claro que es todo un dilema esta situación, pero al menos deberíamos tratar de estar muy claros de la realidad. Abrir los ojos, evitar la enajenación y no permitir ser utilizados como simples fichas de un juego planeado, ya es un paso importante. Hay que evitar caer en alarmismos y paranoias, pero es necesario ser realistas e idealistas a la vez, aunque parezca algo paradójico.

Urge una auténtica revolución del pensamiento, la palabra y la acción, pero evitando caer en la trampa de las manipulaciones, la violencia, las contiendas y las guerras. No hay que olvidar aquella frase ya ciertamente trillada: “la unión hace la fuerza”. Pero para lograr esa unidad, se precisa de una convergencia común de ideas, principios y metas, fruto del conocimiento objetivo. No hay que descartar la idea que la libertad, paz y democracia son viables y no tan solo quimeras o “cuentos chinos”. Los cambios son posibles, pero deben comenzar desde el interior de cada individuo primero, para trascender después a los grupos, los pueblos y las sociedades. Todos somos humanos, con las mismas potencialidades, al margen de las nacionalidades, credos, razas, lenguas, etc. En nuestras manos está revertir las cosas en estos tiempos de caos y oportunismo, y hacer de La Tierra un verdadero hogar para todos.


Jorge Gamero Paguaga




Una causa espesa y negra para una nueva guerra...



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