El británico especialista en relaciones internacionales, Professor A.J.R. Groom, aborda de manera muy interesante la teoría de la resolución de conflictos, y hace un recuento histórico, planteando tres enfoques predominantes en que se abordado, a saber: “el enfoque jurídico moral o normativo, la negociación o regateo coercitivo y la resolución de problemas”.
El “enfoque jurídico moral”, explica Groom, “es una manera válida de abordar los conflictos cuando existe un consenso básico entre las partes sobre esas normas, ya que entonces todos aceptan las reglas del juego y lo que se discute es simplemente su aplicabilidad en un caso concreto”. El problema es cuando la disensión predomina sobre el consenso, y el enfoque normativo, ya no funciona. “La negociación o regateo coercitivo” rompe con las normas y se imponen las pautas autoritarias y dictatoriales. Es la famosa filosofía de Maquiavelo, expresada en su obra “El Príncipe”. “El fin justifica los medios” Ante la disensión y polarización, domina el más fuerte. Como plantea Groom, el otro gran exponente de esta línea, es Hobbes, como lo refleja con su obra “El Leviatán”. Esta era la considerada teoría realista, donde no se puede dominar, sino es a través de la guerra. Aquí no hay cabida para salidas negociadas por la paz.
Sabemos que esta teoría es la que ha prevalecido durante todos los tiempos. Fue así que surgieron y cayeron reinos, sistemas e imperios, desde la época de los antiguos babilonios y egipcios, pasando por los imperios helénico, persa, romano, español, británico, el francés de Napoleón, el ruso de los zares, el nazi de Hitler o el soviético, en nuestra historia contemporánea, trasladándose a nuestro convulsionado continente, como lo refleja la historia misma. De hecho, la humanidad nunca ha tenido paz y tranquilidad, su naturaleza es conflictiva y violenta.
Groom plantea la “resolución de problemas” como la alternativa viable, formando parte de “una filosofía coherente, cuyo valor estriba en su verificación empírica”. Aquí no se pretende lograr “lo que debiera ser”, sino, lo que es posible hacer, en base a los hechos. Deja claro que esta no es la panacea, pero que podría funcionar en contextos muy diferentes, como el internacional e intercomunitario. Se emula el realismo de Maquiavelo y Hobbes, no es para nada idealista, pero se rescata a través del ejercicio empírico una salida que evite la peor de las salidas, la guerra y la violencia, a pesar de las grandes diferencias irreconciliables. En nuestros tiempos esta es la vía más adecuada, más aún cuando se supone que ya dejamos atrás en América Latina la era de las dictaduras militares y los golpes de estado.
La resolución de problemas, como lo explica Groom, es un proceso continuo, ya que el conflicto es endémico, un fenómeno natural que surge a causa de posturas opuestas, decisiones diferentes y por falta de información. El especialista plantea textualmente: “ es hacer comprender a las partes en conflicto que no se encuentran en una situación de "suma cero", que su relación no debe ser entendida en términos de "ellos o nosotros", y que tampoco se trata simplemente de "ser buenos", poner la otra mejilla y ceder, sino que tanto los medios como los fines se pueden manejar de modo que se reduzca al mínimo el costo de oportunidad para obtener lo que se quiere, porque lo que se quiere está a disposición de todos. Esto significa que lo que el especialista trata en realidad de hacer es eliminar las disfunciones de la adopción de decisiones. La finalidad consiste en maximizar los objetivos, no a costa de los demás, sino en el contexto de los demás…”
Quise hacer este recuento de la teoría de la resolución de conflictos, basándome en el texto de Groom, con el fin de ubicarlo en nuestra realidad actual, y especialmente en el caso de la crisis hondureña. Es obvio que ni los tiempos modernos, aún viviendo en pleno S. XXI, estas teorías dejarán de tener vigencia. En la querida Honduras, el presidente constitucional, desoyendo a los otros poderes del Estado, y rompiendo la institucionalidad, quiso imponer su decisión, al hacer una acción aparentemente inocua, una consulta popular no vinculante, para conocer si la población aceptaría un referéndum para hacer reformas a la Constitución de la República y sus artículos pétreos, entre los cuales se encuentra el que manda a la “no reelección”. Aquí se hizo trizas “el enfoque jurídico moral o normativo”
Pero este error de la imposición de un poder del Estado sobre las leyes del país, condujo a otra gravísima falta: hacer uso de la coerción, se hizo uso de la filosofía maquiavélica de que “el fin justifica los medios”. Aquí prevaleció el segundo enfoque, de “la negociación o regateo coercitivo”. Tomar por asalto al mandatario a través de la manu militari y expulsarlo del país de la manera que sucedió, fue un error que se pudo evitar, sobre todo si asistía la razón y había suficientes razones y pruebas para llevarlo al banquillo de los acusados, como se ha argumentado, previa desaforación en el Congreso Nacional. La fuerza no tiene justificación, desde ningún punto de vista.
Ante este escenario, el Congreso Nacional de Honduras eligió por unanimidad un nuevo presidente interino, del mismo partido Liberal del depuesto mandatario, supuesto a gobernar hasta que un nuevo presidente constitucional ocupe su puesto, después de haber sido elegido por la voluntad popular en las elecciones de noviembre de 2009. Ya conocemos las consecuencias de estas decisiones y hechos. La comunidad internacional, a través de los gobiernos y los organismos políticos internacionales, cerró filas para apoyar al destituido presidente y se condenó de manera unánime el inusitado y grave acto, calificado como un claro golpe de estado y la imposición de un presidente de facto. Esta enérgica postura, ha sido refutada por los hechores, alegando que se trataba del cumplimiento de una orden girada al alto mando militar por los tribunales, bajo circunstancias especiales, en que el mandatario representaba un peligro para la nación y la democracia misma, y donde además, el poder quedaría en manos civiles y no militares.
Ningún argumento fue válido y el país terminó siendo suspendido como miembro de la OEA, y aislado por completo, al ser cortadas las ayudas económicas de los cooperantes y los organismos financieros internacionales. Y es que los actores quedaron sin armas, pues si el presidente violentó la institucionalidad en el país, ellos no se quedaron atrás, ni mucho menos. Aquí aplica aquello de que “el remedio salió peor que la enfermedad”. Fue así como llegó el caos a la nación, una polarización extrema de la población, nunca antes vista, la gente en las calles, en grandes manifestación de apoyo y protestas de uno y otro lado, en medio de toques de queda y suspensión de algunos derechos civiles.
Se ha visto y escuchado de todo, desde las posiciones radicales extremistas, falta de objetividad y racionalidad, incluyendo a los oportunistas que evidentemente han “traído agua para su molino”, como algunos líderes injerencistas de la región (claro factor detonante de la crisis), hasta una revolución mediática, que ciertamente ha jugado un papel determinante en la exacerbación de los ánimos de la dividida sociedad hondureña. Las idas y venidas del presidente destituido y victimizado, apoyado y protegido, las cumbres y reuniones por doquier, declaraciones cargadas de repudio e intransigencia, de parte de los líderes de ambos lados en conflicto y un intento fallido del presidente depuesto por volver a su país, creyendo que “pondría las cosas en su lugar”. Y lo peor de todo, violencia y derramamiento de sangre dentro del pueblo hondureño, la verdadera víctima en toda esta historia, las gentes que sufren, al margen del lado que se encuentren. Y esto si es extremadamente grave, sirviendo de alerta y alarma, fue la “luz roja” que indicaba dejar de lado la irracionalidad y buscar una urgente un enfoque de resolución al problema.
Es lamentable, la historia es siempre la misma, debe correr sangre para que los caudillos, líderes, o como se les quiera llamar a estos individuos, se den cuenta que tienen que sentarse a negociar para encontrar una salida pacífica al conflicto. Ninguna de las partes quiere ceder, ambas alegan tener la razón, es lo típico. Y en el medio, como suele suceder, los pueblos, matándose los unos a los otros, esperando cada quien el triunfo de sus posiciones respectivas. Es verdad, se puede rescatar el realismo de la corriente de Maquiavelo y Hobbes en la resolución de conflictos. Y es que no podemos “tapar el sol con un dedo”, hay una crisis severa, cargada de irracionalidad e intransigencia. Pero el fin no debe justificar los medios, y esto aplica para ambas partes.
Esta es efectivamente una crisis endémica, y los antecedentes abundan, así que podría sacarse lecciones de la historia. Y una cosa es bien clara, aunque parezca una frase trillada: la violencia sólo engendra más violencia, convirtiéndose en un fatídico círculo vicioso. En algún momento y lugar hay que parar eso, y será sólo a través del diálogo, a través de una mediación imparcial y objetiva, para buscar y alcanzar un consenso, donde ambas partes tendrán finalmente que ceder y hacer lo que es posible, dadas las circunstancias, por el bien de todos, de los actores directamente responsables del conflicto, pero sobre todo, por el bien del pueblo. Ya es tiempo que por fin, se centren en este punto, que es lo que realmente importa. Lo demás, no es nada más que un turbio juego de intereses creados.
Un buen intento es el primer acercamiento que hoy jueves, 9 de julio de 2009, tendrán los líderes involucrados, con la mediación del presidente de Costa Rica, Oscar Arias. Centroamérica se encuentra una vez ante el reto de la resolución de conflictos. Ojalá funcione, todo intento es válido, siempre y cuando sea a través del diálogo y una salida pacífica, pues cualquier otra opción, sería volver al mismo punto y una situación de nunca acabar. Y eso es precisamente lo que debe terminar, para finalmente encontrar el camino hacia una auténtica democracia, con paz y desarrollo humano. Porque es algo que todos merecemos y ciertamente, no es algo imposible.
Futuro próximo:
Y se sentaron a dialogar… se pusieron de acuerdo, y finalmente prevalecieron la paz y la razón… Y la bandera azul blanco, volvió a ondear en un cielo azul, sobre todos por igual, olvidándose de sus diferencias, y poniéndose a trabajar por un futuro mejor...
Jorge Gamero Paguaga
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