lunes, 13 de octubre de 2008

El destino de un guerrero



La noche se acerca, el cielo está rojizo,

con matices dorados y algunos negros nubarrones.

En un risco, la silueta de un castillo se perfila, lejana,

con sus torres, atalayas, murallas y su puente levadizo.

Los cascos de un caballo resuenan en el entorno,

lo hace galopar su jinete,

quien ha partido sin retorno,

dejando el feudo para seguir un desconocido camino,

en busca de sí mismo y de su propio destino.

Preparado con su armadura, yelmo y escudo,

es un fogueado guerrero de todas las campañas,

no necesita a nadie, se basta a sí mismo,

nada ni nadie podrá dañarlo o lastimarlo, eso es seguro.

Cae la noche, y el guerrero solitario va,

sólo su caballo blanco le acompaña,

y aunque tiene quien le quiere y estima,

a nadie quiere cerca, en nadie confía más…

No tenía nada, nunca lo tuvo en realidad,

ni memoria, ni hogar, ni castillo, ni linaje…

sólo guerras, sudor, heridas y sangre,

siendo el escudo y la sombra de su señor feudal.

Y la vida le enseñó a ser rudo,

a ser duro y frío, como el invierno más cruel,

y semejaba ser una estatua marmórea,

y sus ojos fríos, como dos pozos sin fin.

Y este guerrero, en una caja fuerte guardaba su corazón,

y aunque quería ocultarlo siempre,

se sabía que estaba forjado de nobleza, filigrana y desazón.

En sus infinitas correrías, de todo vio,

peleó mil batallas, ganó muchas, otras las perdió,

vio morir a cientos a punta de lanza y espada,

y por la peste y miseria también.

Y aunque oyó de dragones,

nunca vio y luchó contra alguno,

y quería hacerlo, para saber si lo podía vencer.

No ha sido fácil la vida para nuestro guerrero,

ha visto muchas auroras y ocasos,

pero casi todos, manchados de sangre y dolor.

Y aunque tiene que le quiere y estima,

a nadie quiere cerca, en nadie confía más…

Hasta que un día, un viejo extranjero, llegado de allende el mar,

le contara una historia que lo hubo de marcar.

Y así retornó la memoria…

y supo del castillo, de su casa, su linaje, su hogar…

Una bandada de cuervos grazna al anochecer,

hiriendo los oídos del viajero,

como herido se encuentra su enjaulado corazón.

Y no da tregua a su viejo corcel,

haciendo que galope sin parar…

El cielo retumba, se siente estremecer,

todo es tinieblas, los matices diurnos se marcharon,

los relámpagos iluminan el duro camino,

y lo recuerdos se agolpan en la mente del guerrero:

Como una horda salvaje, llegaron una noche,

y saquearon, destruyeron, violaron y mataron.

Murió como los grandes su padre, el noble caballero,

defendiendo su castillo, y sobre todo su hogar,

pero eran demasiados invasores, fue un ataque repentino y atroz,

y la sangre y las cabezas rodaron por doquier.

Y el líder asesino, llegado de allende el mar,

a su tierra regresó con su botín,

y un pequeño secuestrado que les llamara la atención.

Fue este inmune al fuego, las armas y el terror,

apenas caminaba y ya era un campeón,

¿cómo podrían dejar a un futuro guerrero, así?

El señor feudal retorna a casa,

y este chiquillo, este trofeo,

sería el escudo y la sombra de su hijo y heredero del feudo,

construido sobre bases de la muerte y el horror,

rodeado de un lago de lágrimas y sangre

y la eterna niebla del más terrible dolor.

El guerrero es frío como un glaciar,

pero sus lágrimas le queman al correr por sus mejillas de acero,

y el dolor más agudo fluye,

como las aguas del Estigia en el Hades infernal.

Deseó aniquilar a su señor,

pudo haber eliminado a quien tanto estimaba y le fue siempre leal,

pero ¿cómo… por qué, si no fue él, sino su padre, ya muerto, el asesino invasor?

Pudo haberse quedado y no haber creído,

pero en su corazón sabía que aquel viejo extranjero, no le había mentido.

Y además le dijo:

“Allá no quedan más que ruinas de aquel hermoso castillo,

de los tuyos, nadie se pudo salvar,

y nadie me contó, yo mismo lo pude ver,

hasta la hierba murió en ese maldito lugar”

“Sólo un ser horrendo allí habita,

un monstruoso dragón que ha formado su nidal,

Y no hay quien se acerque,

que no termine envuelto en llamas

y carbonizado su cuerpo,

sea persona o animal.”

“¡¿Acaso esas bestias existen…?! ¡no me venga ahora con eso!

¡Es leyenda… en mi vida nunca les he podido ver!”

El guerrero ahora sí cree que el maldito y extraño viejo

es realmente un embustero.

“No sólo existen, buen guerrero…

uno de ellos anida entre las paredes que un día a ti te dieran abrigo…

Y nadie puede matarle,

ni siquiera asustarle.

Y si un día alguien lo logra,

podrá bañarse en su sangre,

cual legendario Sigfrido ,

y será un poderoso caballero

que verá todos sus sueños cumplidos…”

Nunca olvidaría nuestro guerrero,

las palabras del viejo extranjero,

y alimentado por la esperanza, el dolor y la amargura,

parte ese día para ya no retornar,

siguiendo un ignoto camino,

en busca de su destino,

y aunque tiene quien le quiere y estima,

a nadie quiere cerca, en nadie confía más…

Pasa un día, pasan dos… y la noche del tercero,

nuestro jinete es atacado por un grupo de bandoleros.

Y haciendo gala de su fuerza, destreza y valentía,

se defiende como el mejor, nuestro solitario guerrero.

Pero, entonces… otra banda se aproxima,

y entre todos, le caen al hombre encima…

Y cuando ya no puede más,

de repente, de las sombras emerge un extraño caballero,

metido en su armadura, con su yelmo, su escudo y espada…

con la estampa parecida a nuestro propio jinete,

pero envuelto en una enorme y oscurísima capa.

Y sobre su negro caballo, blandiendo su plateada arma,

le auxilió oportunamente,

y entre ambos acabaron rápidamente con la banda.

El guerrero, agradecido…

¡¿Quién eres tú…?!

pero el extraño, como llegara, se fue,

sin mediar palabra alguna,

apenas le vio esfumarse, bajo la luz de la luna.

Abrumado, sorprendido y agotado, el jinete,

siguió su camino sin retorno.

Llegó a puerto, se embarcó con su corcel,

y dejando atrás la isla, cruzó el mar impetuoso y llegó al continente.

Y en su viaje por lo ignoto,

entre las sombras de los bosques,

más de alguna vez vio una fugaz silueta,

la del desconocido caballero

que lo salvara de la muerte.

Era como un fantasma y un ángel guardián a la vez,

en su séptimo día de viaje, lo guió para cruzar un abismo,

a los quince días, evitó que se perdiera su camino,

a los veinte, lo ayudó a librarse de una emboscada,

pero era siempre lo mismo,

aparecía y desaparecía, y lo volvía a hacer.

Y nuestro jinete, inmensamente agradecido, le gritaba,

pero su voz, nuevamente, entre la soledad y el viento, se volvía a perder.

Y un mes después, al borde de un risco,

el frío calaba y la niebla cubría todo.

Nuestro guerrero sabe que la meta está cerca,

y aunque casi sucumbe por la dura jornada,

lo impulsa el anhelo de encontrarse a sí mismo.

Pero a la vez, la angustia lo invade,

se acerca a casa,

y nadie le aguarda,

ni padres, ni hermanos, ni amigos…

Nadie… ni nada…

sólo las frías ruinas de un viejo castillo,

del cual un dragón, ha hecho su nido.

Pero, aún así, llegará a su destino,

Está a unos pasos el final del camino,

y vencerá al monstruo que suponía mítico,

y le matará y se cubrirá con su sangre

para ser poderoso y ver todos sus sueños cumplidos…

Los cuervos graznan de nuevo en el cielo,

y extraños ruidos y funestas sombras

le infunden temor al exhausto jinete,

su brioso corcel casi no da paso,

y piensa que quizás esta vez, sí su camino está errado.

y en ese caso, segura es la muerte…

Una inmensa soledad se apodera de su alma,

y un frío intenso recorre su cuerpo…

Entonces, de súbito, detiene su bestia, y baja,

se despoja de su incómoda y pesada armadura,

y se tumba en el suelo, de bruces,

Y ahí se quedó, pensando que está al borde la locura.

El frío y la niebla calaban sus huesos,

a sus oídos siguen llegando los ruidos extraños

y también los graznidos de los negros cuervos…

y de pronto… unos pasos…

sonidos de cascos, pasos de caballo,

que poco a poco se van acercando…

Y la enorme bestia se detuvo a su lado…

el negro corcel y su fantasmal jinete.

Lentamente, desmontó el caballero,

con su armadura completa y puesto su yelmo,

que ocultaba su rostro,

y adornado con un penacho negro que ondeaba al viento,

y su enorme capa, oscura como la noche,

como una noche sin luna, oscura y siniestra.

Nuestro guerrero alzó su cabeza…

“¿Quién eres…? “, preguntó…

“Me has salvado muchas veces”, le dijo.

“Gracias por tu ayuda y devolverme la fe,

por creer que no todo es terrible ni negro”

¿Eres entonces un ángel? ¿Eres acaso un enviado del cielo…?”

Y el jinete oscuro acercó sus pasos y fue junto a él…

“Shhhh… no preguntes más…” le susurró al oído.

“Te he salvado, sí, pero no soy un ángel, ni enviado del cielo…

Pero tampoco vengo desde los infiernos”

“Y entonces… quién eres…?

¿Eres acaso una visión, o un alma en pena que sufre un castigo?”

“No preguntes más… tu momento ha llegado”, respondió el caballero,

Con un hilo de voz, semejante a un murmullo.

“¿Mi tiempo ha llegado…?

¿He llegado por fin a mi destino?

¿Encontré mi hogar por fin, mis raíces y mi verdadero camino?

“Shhhh… lo hubieras logrado, si guardaras lo tuyo…”

“¿A que te refieres…?

“Amigo, guerrero… tú nunca has creído,

ni confiado en nadie…”

“Sí, pero cuando tú quieres…”

“Escucha… si siempre fue así, como es que le creíste…?

Creíste las palabras de un loco extranjero, de un viejo farsante…”

“¡¿Qué… cómo?! ¿Acaso es invento?”

“Todo, amigo mío, todo es puro cuento,

no hay castillo en ruinas, ni esa historia fue tu historia, en ningún instante.

Ni este camino es tu destino,

no tienes memoria, ni pasado, ni raíces,

tu verdad es la de hoy, que es la misma de antes…”

Nuestro guerrero estaba impactado,

No daba crédito a aquellas palabras que le herían como mil filosos puñales…

“¿Qué dices… qué haces…? ¿Quién diablos eres tú?

Y las palabras seguían dando su asesino recado:

“Para ti no hay más nada, no hay familia, no hay amigos, ni futuro…

“¡No es cierto!” gritó… No es cierto lo que dices, todo es invento tuyo…”

Y lloraba amargamente, como un niño aterrado.

“Es tan cierto que de nuevo te repito…

tu viaje ha sido en vano, no es ésta tu historia,

no es éste tu camino, tampoco tu destino,

no hay castillo alguno,

tampoco dragón que haya hecho allí su nido,

los dragones no existen, ellos son un mito.”

“Por qué haces esto…? gemía el guerrero, atribulado.

“¿Por qué me dices ahora y no al iniciar mi camino?”

“Porque querías que aprendieras,

que supieras que este mundo es así de duro y frío…

Porque faltaste a tu principio de no confiar en nada ni en nadie,

y saliste en pos de un sueño…”

Y el guerrero, destrozado, preguntaba:

“¿Tú… quién eres? ¿Qué sabes de mí?

Si no me conoces, y no sabes nada de mí, ¿cómo me vienes a decir…?

Y sacando su plateada espada, el oscuro jinete susurró:

“Te equivocas, buen guerrero… yo sé todo acerca de ti…”

“¿Pero… cómo…?

“Ya no sufras más, descansa amigo mío, ya no luches más…”

Y hundió la espada en el cuerpo desprotegido del vulnerable viajero.

“Muere… vete… descansa…”

Y un grito ahogado salió desde las entrañas de nuestro pobre guerrero.

Y con un hilo de voz, alcanzó a preguntar…

“¿Por qué…?

¿Quién eres…? ¿Quién eres tú…?

Y el oscuro jinete, despojándose de su yelmo,

Le respondió, con la voz grave y fría…

“Veo que nunca reconociste tu voz…

ni tu terrible desdicha y oscura soledad…”

Y de repente, tras un lejano trueno en el cielo,

un relámpago hizo ver su luz,

y también el rostro del caballero funesto…

“Me conoces muy bien, amigo…”

“¿Quién eres…?

“Me conoces mejor que nadie…

porque yo, amigo mío…soy TÚ…

Y nuestro guerrero, con su rostro descompuesto,

blanco como la nieve, fue lo último que vio,

Y cuando exhalaba su último suspiro,

la niebla de repente se disipó…

los nubarrones se despejaron y la luna, apareció.

Y no lejos de ahí, una silueta se podía divisar…

las ruinas de un viejo castillo,

con sus torres, atalayas y murallas.

De donde algo emergió de repente,

dibujando otra silueta en el cielo del lugar…

la de una criatura, que volando, se alejaba lentamente,

lanzando agudos rugidos y extrañas llamaradas de un fuego infernal…




Jorge Gamero Paguaga
18 de Sept. de 2007



Un vídeo genial y una voz preciosa... The Celts, Enya

No hay comentarios: