domingo, 29 de noviembre de 2009

Los enemigos de la integración centroamericana

Sigue la tormenta centroamericana. Sin embargo, hay vientos favorables. Por ejemplo, las elecciones presidenciales de hoy, 29 de noviembre, en Honduras, podrían y deberían sentar las bases definitivas para poner fin al conflicto en ese país hermano, y que el próximo año, las cosas vuelvan a la normalidad, donde todos los hondureños, se unan para trabajar por el progreso y el desarrollo en paz y democracia. Esperemos que así sea, y no se le siga dando largas a una crisis que no es más que el reflejo de un problema de profundas raíces estructurales en la región centroamericana, lo que ha culminado en una gravísima polarización político ideológica, cuyo trasfondo sigue siendo históricamente el mismo, la lucha por el poder de unos pocos en detrimento de los pueblos, que siguen siendo las eternas víctimas. Lo único que cambia son los actores y sus máscaras.



Y es que no cabe duda que Centroamérica es una de las regiones más agitadas y convulsionadas del hemisferio occidental. Ha sido en esta pequeña región, donde se han dado los más diversos eventos y fenómenos políticos, sociales y bélicos, así como formas de gobierno. Desde los primero albores de la vida independiente, primero con la federación, después con la separación de las naciones, posteriormente con las intervenciones extranjeras, los gobiernos ineptos, las dictaduras militares, los golpes de estado, etc. Durante los años 80’s, el istmo llegó a un punto máximo de crisis profunda, cuando fue uno de los escenarios de la guerra fría, en épocas de la Nicaragua revolucionaria, los contras y Reagan. No obstante, como sabemos, el panorama fue otro muy diferente en los 90’s. Cayó la cortina de hierro y el mundo se volvió monopolar. Y en Centroamérica esto también fue evidente. Vinieron los vientos de cambio, donde el mayor e invaluable logro, fue la paz. También se sentaban las bases para el ejercicio de la democracia y el desarrollo, que debía iniciar por un ataque directo a los flagelos de la pobreza extrema, el desempleo, el desarraigo, fruto de las guerras, y la norme espiral de males de males sociales que se habían asentado. El reto era enorme.


Algo muy importante, se retomó el proceso de integración regional, que se había dejado de lado por razones obvias. Fue con el Protocolo de Tegucigalpa, en diciembre de 1991, donde se reforma la Carta de 1962, constituyéndose el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), firmado por los presidentes de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. La constitución del SICA abrió una puerta hacia un horizonte lleno de grandes expectativas. La integración regional sería renovada con nuevos bríos y perspectivas. A las cumbres de presidentes, se sumó la constitución de órganos de vital importancia como el Parlamento Centroamericano (PARLACEN) y la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ), además de un Comité Consultivo en que participarían todas las fuerzas vivas del ismo. Se había dado luz a una especie de Derecho Comunitario Centroamericano, al estilo de la Unión Europea. Las cosas iban por buen camino.


El PARLACEN, con sede en Guatemala, fue fruto de los Acuerdos de Esquipulas II, y se había constituido previamente al Protocolo de Tegucigalpa, en 1987. Sus estados miembros permanentes son las cinco repúblicas del istmo más Panamá y la República Dominicana. Pero aunque la misión de esta institución es la integración política de la región, no ha contemplado entre sus potestades legislar, la razón de ser de un parlamento, sino que fue constituido como un órgano meramente consultivo. De hecho, la prioridad del proceso de integración, en la primera fase de su reactivación, era el aspecto económico y comercial. No obstante la Corte Centroamericana de Justicia, con sede en Managua, pasó a constituir el primer órgano vinculante del SICA, aunque sus estados miembros eran al principio, solo Honduras, El Salvador y Nicaragua. Pero casualmente, el hecho de que no todos los miembros del SICA sean parte de la CCJ, ha dejado prácticamente sólo en teoría el carácter vinculante de esta institución jurídica. Costa Rica nunca ha demostrado interés por sumarse, pero Guatemala, finalmente se integró a inicios de 2008, lo que fue un importante paso.


A pesar de los altibajos, el proceso de integración, ha ido marchando, aunque no al paso que debiera. Uno de los ejemplos más evidentes del retroceso actual es el hecho que el gobierno de Panamá, en agosto de 2008, anunció su retiro del PARLACEN y el nuevo presidente, Martinelli, ha mantenido esta posición. Los demás estados miembros se han opuesto a esta renuncia, por lo que este país piensa hacerlo de manera unilateral, después de una decisión radical. Según el gobierno panameño, este órgano, “es inoperante y oneroso y no ha alcanzado los objetivos por los que fue creado”. Cabe señalar que este ha sido el mismo argumento por el cual Costa Rica nunca se integró al mismo. Es claro que hay una crisis en el proceso de integración regional, lo que viene a afectar su desarrollo. Otro ejemplo claro de esta situación es el hecho que el gobierno de Costa Rica, país con la presidencia pro témpore del SICA, ha suspendido la cumbre programada para el próximo 9 de diciembre, aduciendo que no existe clima en el istmo para llevar a cabo este evento.


Podría interpretarse que los gobiernos de Costa Rica y Panamá no están interesados, o están afectando el proceso de integración regional, con sus actitudes y decisiones. Pero, ¿acaso este problema no es el efecto de otro en que radica la causa? Es claro que así es. No hay que olvidar que cada país aporta con su respectiva partida presupuestaria para financiar los órganos de la integración, hay que pagar a los magistrados, diputados y funcionarios que forman parte de los mismos. Y no es poco, entonces, lo mínimo que se espera es que estas instituciones y el proceso integracionista en sí, sea funcional. Y no deben exigirlo sólo los gobiernos, sino los pueblos de Centroamérica, pues de sus bolsillos también salen esos recursos. Ciertamente, Costa Rica, por ejemplo, no ha mostrado el interés necesario por este proyecto, pero en estos tiempos, cuando esa posición debería haber quedado atrás, más bien parece afianzarse. Igual ocurre con Panamá, que en 1994, por ejemplo, se integró al PARLACEN, con grandes expectativas. Y ya vemos lo que esta ocurriendo actualmente.


Entonces, ¿qué ésta ocurriendo? No cabe duda que hay poderosos enemigos tras esta tormenta, los que impiden el avance firme y decidido de la integración regional con paso firme y decidido, están haciendo su sucia labor. Y lo peor del caso, es que hace falta voluntad política para contrarrestarlos. Son siempre mayores, no tanto los intereses nacionalistas, sino más bien los intereses de grupo y los particulares. Por desgracia, la corrupción en esta región sigue haciendo de las suyas, el mayor enemigo del desarrollo económico, social y humano. Y para colmo de males, estamos siendo víctimas del más terrible divisionismo y enconada polarización político-ideológica en tiempos de paz. Porque es un hecho que parte del ejercicio democrático es el pluralismo político, donde debe imperar la tolerancia y la sana convivencia que permita llegar al consenso y mantener el equilibrio, como en todas las naciones civilizadas del mundo. Pero en la actualidad, en pleno S. XXI, la realidad es otra, hemos llegado al punto donde la región centroamericana pareciera que ha retrocedido a la época de la guerra fría.


Se habla, de manera anacrónica, de izquierdas y derechas, cuando eso ya no viene al caso. Y se practica una suerte de pseudo democracia, como es el caso de Nicaragua, donde la Constitución es abiertamente violentada y se lesiona con frecuencia la libertad de expresión, movilización y organización, entre otros. Incluso, en países tradicionalmente pacíficos, aunque ciertamente con serios problemas estructurales, como Honduras, la polarización extrema, es un reflejo de la grave crisis politica e institucional que ha agobiado a esa nación. Respecto a las nuevas corrientes que recorren algunos países de nuestra América Latina, dizque socialistas y progresistas, pero que en realidad son populistas y demagógicas, los pueblos utilizados y manipulados, son los afectados de siempre, por unos pocos hacen de las suyas, acumulando poder político y económico. Y los gobiernos de los países, considérense de izquierdas o de derechas, través de los organismos internacionales, se atrincheran para defenderse ellos, pero sus pueblos quedan bajo la más absurda e injusta indefensión. ¿Qué está pasando en el mundo de hoy? ¿Acaso viviremos siempre de falsas expectativas, llenos de ilusiones y utopías?


Por mi parte, yo sigo creyendo en el proceso de integración en nuestra querida y sufrida Centroamérica. También creo que sus órganos e instrumentos son convenientes y necesarios y que deberían funcionar un día para lo que fueron creados. En quienes no creo es en los actores de este proceso en la actualidad. Hay demasiados y mezquinos intereses. Como reza el dicho popular “cada quien trae agua para su molino”. Es claro que la crisis actual, a lo interno de las naciones y la región, es causa de la polarización de los actores políticos y las sociedades. Se han antepuesto las pasiones, la enajenación y la intolerancia a la razón, la objetividad y el bien común. Es preciso vencer este grave obstáculo y eliminar todos los demás enemigos que nos acechan y atacan, para volver al camino que nos saque de este atolladero y no enrumbe por el sendero correcto, y así entonces, también retomar los centroamericanos la senda de una funcional y dinámica integración regional. Es tiempo de ver la calma después de la tormenta. Nunca debemos perder de vista que Centroamérica es solo una, y que solo juntos podremos tener el peso y el respeto que realmente merecemos en el mundo.


Jorge Gamero Paguaga

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