La pobreza se ensaña con estas regiones del mundo, a causa de un problema de origen estructural, arrastrado en muchos de los países desde las épocas coloniales, por el saqueo y devastación. Pero además, y sobre todo, la causa es la práctica de malas políticas públicas, la corrupción, falta de democracia y violación de los derechos humanos, donde unos pocos se ha enriquecido, en detrimento de las grandes mayorías, las que han adolecido de acceso a derechos elementales, como salud y educación de calidad y seguridad social. Donde se ha pasado desde dictaduras militares de derecha, pseudo democracias neoliberales y hasta experimentos extraños de gobierno supuestamente progresistas y tendencias izquierdistas, donde los nuevos líderes abanderan la justicia social, a través de políticas populistas demagógicas que en realidad no son soluciones para los problemas reales. Donde lo que hacen es sólo disfrazar sus propios intereses, que no son más que los mismos de los actores abiertamente capitalistas, no hay ninguna diferencia. De hecho, hay cosas que varían, pero sólo de forma, pero en el fondo, siguen siendo las mismas, definitivamente, hay cosas que nunca cambian.
Estas son las razones por las cuales el fenómeno migratorio sigue vigente. En América Latina, ya se habían generado algunos antecedentes con anterioridad, con la salida masiva de los cubanos de su país, al triunfar la revolución, y después de manera esporádica, o los mexicanos que históricamente han cruzado la frontera de Estados Unidos. Pero fue en los años 80´s, que se incrementó de manera generalizada, a causa de los conflictos bélicos que proliferaron por toda la región. Tal es el caso de Colombia y los países centroamericanos, como Guatemala, El Salvador y Nicaragua, en una época donde el istmo estaba sumido en una gravísima crisis político militar y socioeconómica. La gente estaba huyendo de la guerra, pero también del hambre y la miseria. Querían vivir en paz, en libertad, pero también buscaban una oportunidad de lograr una vida mejor, aunque fuera en nuevas tierras y comenzar desde cero.
Cabe señalar que las migraciones no sólo han sido del norte al sur, sino también intrarregionales, de los países latinoamericanos con mayores problemas de atraso socioecómico hacia aquellos que han presentado una mejor situación de desarrollo relativo, como los nicaragüenses en Costa Rica, los haitianos en República Dominicana, o los peruanos y bolivianos en Chile y Argentina. De hecho, este fenómeno se ha generado todos los continentes: los habitantes de los países de la Europa oriental han emigrado hacia los del occidente que forman parte de la Unión Europea. En Asia, los indochinos, indonesios, hindúes, filipinos y malayos lo hacen a países como Japón, Australia o Nueva Zelanda. Y en el África negra, de los países más atrasados del centro del continente, su destino es la República Sudafricana.
En el caso de Latinoamérica el problema es muy grave, pues algunos de los países receptores ya son parte integral de la crisis regional, y sus propios ciudadanos, más bien se han sumado a la creciente ola migratoria sur-norte y esa sigue siendo la tendencia a nivel mundial. Para nuestra región, además de los Estados Unidos, un destino cada vez más frecuente es Europa, donde los sudamericanos han emigrado en masa durante los últimos años, lo que para ese continente en estos tiempos de crisis, se ha vuelto una situación caótica, pues esto se ha sumado a algo que ya se ha vuelto algo cotidiano, como es lidiar con los inmigrantes ilegales africanos que de la manera más precaria, llegan masivamente a las costas de España e Italia, por ejemplo.
Hoy en día, las guerras se terminaron en América Latina, pero otras latitudes, sigue habiendo inmigrantes y desplazados a causa de las crisis bélicas, donde estas poblaciones se convierten en refugiados, en países vecinos, viviendo en condiciones de sobrevivencia, asistidos, generalmente por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Tales son los casos de pueblos y etnias de países africanos, como Ruanda, o el Sudán, donde se vive una tragedia humana en la región de Darfur. Pero al margen de estos casos extremos, en el mundo siguen existiendo razones para emigrar, pues en lugar de salir del atraso, nuestros países pareciera que se hunden más en sus propios conflictos.
La brecha entre el norte y el sur, en vez de cerrarse, parece irse abriendo cada vez más, y por ello, no cesan las migraciones, a pesar de la crisis mundial y los enormes obstáculos que están poniendo países receptores, como Estados Unidos y las naciones europeas, donde la xenofobia y el racismo están a la orden del día, las redadas se incrementan y las deportaciones son masivas. Tienen razón estos países de tomar sus medidas, sobre todo cuando se ha incrementado de manera alarmante el terrorismo, el narcotráfico, el tráfico de órganos y demás males sociales globalizados, y donde para colmo, justo ahora la crisis está cerrando los espacios y las oportunidades hasta a sus propios ciudadanos, con el incremento del paro y alto costo de la vida. Pero lo que no es justo ni admisible, es que miles de seres humanos que dejan sus países, por falta de oportunidades, sean mal tratados sólo por el hecho de ser inmigrantes y buscar hacerse un espacio donde vivir dignamente en este planeta, que a fin de cuentas es uno solo y a todos nos pertenece. No se debe olvidar que en el pasado, la historia era al revés, y que en este mundo, nada es estático ni para siempre, ni lo bueno, ni lo malo, y que todos en realidad nos necesitamos.
En estos tiempos de la globalización y de crisis mundial que afecta, sin precedentes a todas las naciones y latitudes del mundo, más allá de las retóricas y discursos apasionados llenos de nacionalismos, o cargados de ideologías arcaicas, no tiene mucho sentido. Lo que realmente interesa es encontrar soluciones, para que las poblaciones no se sigan viendo forzadas a dejar sus tierras de origen, donde tienen derecho a vivir con dignidad, a tener un trabajo, acceso a un buen nivel de vida y a vivir en paz. Y para ello, deben poner de su parte, tanto las naciones involucradas del mundo desarrollado, como los países en vías de desarrollo, o más bien empobrecidos. Los primeros, aprovechando esta crisis global para reinvertar sus sistemas, e incluir en sus políticas de rescate y crecimiento económico no solo a las poderosas corporaciones multinacionales, sino a todos los actores socioeconómicos del mundo. Esto implica, no mermar, sino por el contrario, incrementar las políticas de cooperación para el desarrollo de las regiones y pueblos de escasos recursos del planeta, no a los gobiernos de estos países, sino directamente a sus ciudadanos, a través de sus propios organismos e instituciones. Y si es inevitable hacerlo a través de las estructuras de gobierno, por supuesto los cooperantes, están en todo su derecho de exigir como condiciones, que exista por constitución un estado de derecho, pero que además, el mismo sea respetado, que se practique una genuina democracia, donde prime la libertad ante todo y el respeto a los derechos humanos en todas sus formas.
Y por su parte, los gobiernos de estos países, sin necesidad de que se les indique qué hacer, deberían estar garantizando esto y todo lo que es justo y necesario para sus pueblos. A pesar de las crisis y de cuantos problemas hayan, no cabe duda que el simple cambio de actitud y gobernar para todos los ciudadanos, sin ningún tipo de exclusión, ya es un enorme paso. Evitar y atacar la corrupción, así como promover la unidad en lugar de contiendas, para lograr un consenso bajo el objetivo común de combatir la pobreza, es urgente. Generar fuentes de empleo, es indispensable. Hay crisis y recesión, es cierto, pero los nuestros son países ricos en recursos naturales y humanos. La verdad es que siempre hay pretextos para justificar nuestro atraso, buscando culpables y echando eternos vistazos al pasado. No está mal hacerlo, siempre y cuando sea para corregir los errores cometidos, no para seguirlos cometiendo. Si ansiamos de verdad un verdadero desarrollo, y evitar que nuestras gentes sigan pasándola mal en otras latitudes, cuando pueden estar viviendo sus vidas en paz y con dignidad en sus propias tierras, es tiempo de dejar emigrar a quienes sí deben hacerlo pronto, se trata de los intereses creados de unos cuantos y ponerse a trabajar por el bien común de verdad.
Jorge Gamero Paguaga
14 de marzo de 2009
Clandestino, de Manu Chau
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