En el monte Parnaso…
entre hermosos celajes rojos, rosa y dorados de un hermoso ocaso,
se dibuja la silueta de un hombre gigante subiendo las últimas escalas,
después de un largo y épico recorrido…
Y con paso firme y seguro, sintiendo el aire puro de la cima, llega a su destino…
Y en un mundo surreal y de ensueño, aguardan nueve jovencitas llenas de encanto y belleza,
Calíope, la de la bella voz, Tersípcore, la amante de la danza,
la adorable y amorosa Erato, la alegre y festiva Talía, la celeste Urania, Clío, la que otorga gloria, la encantadora Euterpe, Melpómene, la de los cantos y la de los himnos, Polimnia…
Las nueve musas, las ninfas de las artes y la belleza, hijos de Mnemósine, la diosa de la memoria y del olímpico Zeus, reciben y atienden como si de un inmortal también se tratase,
dejándolo embelesado y encantado,
Urania le da a tomar una copa de ambrosía,
le bailan Tersípcore y Talía,
y dulces coros cantan Melpómene y Polimnia,
acompañadas por las sublimes notas de la lira de Erato y la flauta de Euterpe…
Y Calíope, entonando una melodía impresionantemente mágica y bella,
entrega a Clío la corona de laurel, y la ninfa que otorga la gloria,
se encamina al poeta, para cederle la inmortalidad y su lugar en la historia…
Y aunque las musas son bellas y mágicas, no son sólo hijas del dios supremo y la Memoria,
sino del alma y la imaginación de los helénicos y su amor por las ciencias, las artes y la belleza…
Y el poeta, nunca escaló el Parnaso… pero ambos colosos sí son reales y hoy existen y se dejan sentir,
el monte se alza erguido como antaño, en la antigua Delfos, en la Grecia central,
y el poeta, con su huella y su legado con su espíritu, su pluma y su genialidad.
Nos regaló Darío un mundo de cuentos Azul…
y polémico, penetró en el mundo de Los Raros,
los poetas y escritores raros en un mundo raro,
donde el propio genio Darío resultó ser también mágicamente raro,
milagrosamente nuestro y extraordinariamente extraordinario,
Hijo de la Nicaragua de los encendidos oros, en la Centroamérica mestiza,
de la América española e indígena, con raíces en el maíz, la espada y la cruz…
El panida, con su exotismo incomprendido, pero de universal cobertura,
inspirado en los mitos y leyendas de unas tierras que parecían lejanas y oscuras,
donde los centauros y faunos recorren los campos y Zeus seduce a las ninfas…
Con sus Prosas Profanas y sus Cantos de Vida y Esperanza,
con su inspiración llegada de El Parnaso,
de la Fuente Castalia y el Olimpo… y en la Francia simbolista y parnasiana,
la Europa culta y refinada, de Cervantes, Shakespeare, Bethoven y Mozart,
pero también alimentado por su América Latina, desde México hasta la Argentina,
la América indígena y española, como la sangre misma que por su sangre corría.
Y con los pies en la tierra, además, sabía poner el dedo en la llaga…
como creía que Roosevelt ponía el porvenir, al poner la bala…
Y el gigante, en su tierra sencilla, también halló su inspiración,
su patria, la nuestra, la misma que siendo pequeña, uno grande la sueña,
el pedazo de suelo que le viera un día nacer, y tras conquistar el mundo, también le viera partir…
El poeta que cantara a la magia, a la vida, al amor, a la Tierra, a las naciones, al dolor… y a la muerte…
la misma que le sobrecogiera en vida, más sabiéndola real, latente e inminente…
Viajero incansable, diplomático, periodista, chileno, argentino, español,
latinomericano, francés, clásico griego, europeo, mestizo, indígena, caballero, centroamericano, nicaragüense, universal, príncipe, pionero, renovador, padre, amante, soñador, realista, sencillo, complejo, débil, fuerte, guerrero, hombre con vicios y virtudes, de corazón inmenso, alma noble y cerebro de un genio, hombre como pocos, ser humano como pocos, de los que casi no hay…
Labrado de la madera de un árbol especial, cuya semilla llegara de un algún lugar,
donde aún entre los bosques deambulan los faunos y las ninfas, y los centauros se reúnen a charlar,
donde los cisnes de blanco plumaje siguen haciendo signos de interrogación con sus largos cuellos,
donde se oyen las dulces notas de la flauta de Pan,
donde siempre está linda la mar
y cada instante es algo bello,
donde el cielo es muy Azul,
reina la paz, y no existe el dolor y el hastío,
y más allá del mito y la fantasía, existe la inmortalidad,
la misma que él dejara con su pluma, sus versos eternos y su inextinguible luz…
Y en el monte Parnaso…
el gigante Darío, recibió en su cabeza, la corona de laureles, de las manos de Clío…
Jorge Gamero Paguaga
18 de Enero de 2009
Darío y las musas. Managua, Nicaragua
En el 142 aniversario del natalicio de Rubén Darío, padre del Modernismo y Príncipe de las letras castellanas. Vea sobre su biografía y obra a través del siguiente link:
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